CUENTO N° 7



Uno por cada vez que eso se repitió, por todas esas veces que aquellas miradas y comentarios la despreciaban. Solo un kilo, ni más ni menos.

"Estas re bien vestida" gracias pensó. Se observó una vez más, podrían ser mejor 2 kilos. La ropa se vería mejor así, ¿o no? Dos kilos, como las palabras que más se repetían en su cabeza. Gorda de mierda.

Otra vez allí, no quería volver a compararse. Se repetía que todos quieren los que otros tienen, que no podía odiar a alguien por eso, que debía perfeccionar lo que tenía, y mucho. Decidió que serían tres, al igual que aquellos sobres de grasa que sobresalían de su abdomen.

Volvió a observarla, era tan hermosa, mágica. Parecía que volaba con el viento, de lo etérea. Incluso, por momentos, la imaginaba como un ser alado, amaba dibujarla y retratarla de esa manera. Amaría ser como ella, no pensaba en estar a su lado, no era merecedora de ello. Un estorbo no se vería bien a su lado. Tomó su libreta y escribió de una forma casi nerviosa un cuatro, la cantidad de kilogramos que debería quemar.

 

"Somos 70% agua" “El agua puede reducir la ansiedad por comer", corrió, de una forma desesperada y con los pies descalzos, hacia la heladera. Sentía cómo aquel líquido bajaba de a poco por su barbilla, descendiendo hasta perderse. Miró hacia arriba, volvió a juntar las manos. Y con una mirada desesperante volvió a implorar, "solo quiero que me ayudes, quiero 5 kilos menos. Nunca te pido nada, por favor". No sabía que ello sería enfermizo.

Su teléfono sonó, lo soltó rápidamente al sentir la voz de aquel hombre "Si seguís así, te vas a parecer a tu abuela". Casi como un reflejo sus ojos se dirigieron hacia la mujer, la analizó detenidamente, lo que hasta ese momento se albergaba en su boca le resultó asqueroso. Se levantó de aquella mesa y en lugar apartado escupió todo, con repulsión. Contó hasta seis, ello la ayudaría a no entrar en una crisis, y ese dígito parecía una mejor propuesta para eliminar de su cuerpo.

 

Lo vio en la tienda, lo quería, lo deseaba. Convenció a su madre de comprarlo, le gustaba que pudiera reflejarla de forma completa, casi llora para que se lo instalen en su pieza. Ya estaba terminado, colocado. Volvió a mirar lo que había en él, esa remera era horrible, no le favorecía para nada. A pasos veloces buscó un fibrón. Un "7" yacía en la esquina de aquel espejo.

 

El día más esperado de su vida había llegado, aquel colectivo le daba una sensación hermosa. Su amiga la saludó con un abrazo, el saber que estaría lejos un largo tiempo la reconfortaba. Y allá atrás visualizó a la que sería otra de sus compañeras. Hacía tiempo que no se sentía tan asquerosa, sintió la necesidad de bajar de allí en ese instante.

 

Otro espejo, odiaba en verdad eso que llevaba puesto, ¿por qué lo había comprado? "¿Me podés sacar una foto? Quiero mandarla a mi mamá" 1, 4, 9 flashes, 2,6,8 fotos eliminadas. ¿Por qué nadie le decía que era una vaca?

Sus ojos ardían fuertemente, detestaba que la miraran de esa manera que observaran eso de su abdomen. Que la despreciaran con la mirada. ¿Acaso todo lo que hacía no era suficiente? ¿Era porque se veía como un maldito cerdo, no es así? Con la vista nublada tomo su teléfono, dictó rápidamente cada palabra que venía a su mente, entre todo aquel desastre destructivo se distinguía perfectamente aquel ocho.

 

Corrió a los brazos de su madre, se sintió en un confort impresionante, el olor de la mujer la invadió, estaba en casa. Lo haría por ella, y por todos los médicos a los que la llevó alguna vez.

 

Volvió a ver el plato ¿en verdad era tan grande? "No, no quiero comer más. Estoy llena, aparte me serviste una banda."

"Todo lo hermoso que te veo, no lo notas ni vos" ¿dicen que todos tenemos la vista distorsionada por el pensamiento, no es así?

Ya no recordaba lo último que había comido, ni cuántos pedazos eran los que se había llevado a la boca. El sabor del chocolate mezclado con aquellos aperitivos salados que había encontrado al fondo de la alacena le hacían olvidar un poco todo. Pero no podía más con esa sensación, odiaba sentirse rellena, como si todo lo ingerido anteriormente podría llegar a salir por su boca solo al hablar. Y luego de repensarlo, corrió de camino al baño. Vio el reflejo de los ojos asustados de su madre en el agua, "Me da pánico que vos vomites para estar más flaca, no me lo perdonaría". El líquido se tiñó de un color algo extraño, corrió su cabello y mientras limpiaba todo, se hizo la única promesa que respetaría.

"Estás cada vez más linda, más flaca. ¿Qué haces?" los comentarios se repetían en su cabeza, estos se fusionaban con la música y el ruido sordo de su espalda pegando contra la manta que hacía de colchoneta. La gota de sudor que corría por su frente le recordó que ya llevaba 9 lapsus, supuestamente ya había cumplido los que funcionaban. Nueve, ese era un buen número, el nuevo número de su meta.

Sentía cómo se ahogaba en su plato, lo veía cada vez más grande, comió solo la mitad. Se llenaría con agua, como siempre.

 

"Tenes la cinturita remarcada, cada vez pareces más una mujercita" ¿Por qué todo el mundo tenía que opinar de su cuerpo? ¿Acaso era mucho lo que pedía? Las lágrimas rebalsaban sus orbes, otra vez lograban hacerla sentir para el orto. No necesitaba que le dijeran nada sobre el envase en el que se encontraba, para ella estar allí era un estúpido infierno. ¿Cómo se atrevían a decir que cada vez se veía mejor? Sus piernas, recargadas de estrías, gordas y asquerosamente deformadas. Los brazos que le pertenecían tampoco ayudaban demasiado, grandes, y no correspondían del todo con su altura, el ancho de ellos no ayudaba, en nada, y estaban cubiertos por una capa de granos que dejaban marcas en su lugar.

Bajo las sabanas comenzó a realizar lo más cercano a curar su tortura, debido al tiempo, sus uñas habían alcanzado un largo considerable, en un movimiento rápido decidió rozarlas con cierta presión por su piel. Y casi sin darse cuenta aquello se había vuelta algo enfermizo. Le gustaba el tono carmín que recubría todo su abdomen y piernas. Y en una zona donde el tono rojizo no invadía, garabateo un diez, casi como un reflejo.

 

"Sí, ¿me darías una tableta de ibuprofeno?" Luego de que la amable mujer le devolvió el vuelto y tras un “gracias” de ella, expulsó la pregunta que llevaba tragándose desde su llegada a aquella farmacia. "No hay problema si uso la balanza ¿no?" La señora no se negó, y le respondió amablemente que podía utilizarla. Se dio media vuelta y emprendió los pocos pasos hacia el aparato, sentía cómo un sudor frío bajaba por su espalda, logrando que el sentimiento nervioso que la encabezaba en ese instante se expandiera. Y una vez que ya se encontró sobre el artefacto la pantalla mostró más que lo de toda su meta. La tristeza la invadió por completo, seguramente esa cosa estaba equivocada, no podía ser que luego de saltearse la cena dos días seguidos, de haber limitado su dieta solamente a la mitad de su porción habitual, y de contar todas y cada una de las calorías de los productos que ingería, siguiera siendo una estúpida vaca. Sus ojos comenzaron a picar y sin despedirse de la farmacéutica cruzó rápidamente la puerta.

 

"¿Sabes que sos? Una asquerosa vaca, cuando todas esas personas te decían gorda tenían toda la razón. Aquellos kilos que te cuelgan son por estúpida que no logra manejar sus problemas personales e intenta tragárselos con todo lo que se encuentra en su casa. Así nadie te va a querer, esa persona que dice amarte lo hace solamente porque te tiene lástima. Porque eso es lo que da la gente como vos, lástima ¿O te pensás que las personas te ven como algo más? ¡Porque lo único que sos es una cerda, y encima que anda mendigando amor y atención de los demás!" No sabía cómo y tampoco quería saberlo, pero se estaba sujetando fuertemente de la bacha del baño en que se encontraba, sus nudillos habían perdido el color debido a la presión que estaba ejerciendo. Y con lágrimas cayendo fuertemente por sus mejillas, una sensación rara en su garganta y su nariz húmeda se dejó ver, abrió por primera vez los ojos, consciente de todo lo que sucedía.

 

Fue en busca de aquella carta, esa que estaba escondida detrás de toda la basura de su habitación, la que le habían dado hace uno o dos años, buscó la segunda hoja y ahí estaba "Te queremos muchísimo, sin importar lo que pase, sin importar qué te pase o nos pase. Sabés que vamos a estar en todas para vos". Ellos la querían, la amaban, sin importar qué y lo hacían por elección, porque deseaban hacerlo, porque sentían que algo los unía. Y justo en ese instante logró, casi sin querer, salir de ello. Estaba dando los primeros pasos, necesarios, para la salvación.

 

"Arriba, levántate. Te traje café con leche, y no te quejes sabes que detesto que dejes de tomar leche, haceme el favor de tomártelo". Asintió sin darse cuenta y la mujer la vio con una sonrisa algo cansada. Rápidamente consumió lo dejado, intentando no pensar en las calorías ingeridas.

 

El pincel se movía rápido sobre la hoja, no estaba del todo segura qué era lo que estaba haciendo. Las manchas en su pantalón delataban las cantidades algo grandes de pintura que utilizaba en ese momento. Los ojos de la chica que había dibujado la miraban, y sentía que eso ero lo que necesitaba, que estén controlando cada paso que daba. Y se auto prometió dejar de hacer todo aquello que la había traído hasta donde estaba, sin importar lo que le costase.

Había logrado eliminar muchísimos kilos de su cuerpo de una forma enfermiza, era consciente que el quererse sería algo estúpidamente difícil, pero haría lo que fuera posible para lograrlo.

 

El café de su taza estaba helado, y la adolescente que se encontraba a su lado estaba totalmente concentrada. Ella no la juzgaría, no estaba totalmente segura si ésta le tenía algún tipo de cariño, pero sí que no la apuntaría con un dedo acusador. "Creo que tengo algunos desórdenes, tanto psicológicos y algunos alimenticios. Así que, sé que es algo estúpido ¿sí? Pero si te llamo en algún momento, en medio de una crisis, me gustaría que estés ahí para mí." Su acompañante levantó la vista, no dijo nada, no hizo nada, pero con esa mirada supo que la otra estaría allí.

 

Sus dedos se movían velozmente, envió el mensaje. El temblequeo en sus manos se hizo mayor, el teléfono sonó y lo desbloqueó desesperadamente. Vio la respuesta a aquel escrito enviado, esas frases lograban reconfortarla. Y aunque sabía que eso que lograba adormecerla en sus peores momentos, en un algún maldito momento se terminaría, decidió disfrutarlo.

 

Buscó una cuchara, su cereal con yogur la estaba esperando. Ya se encontraba en la estancia en la cual no se saltaba ninguna comida. Y mientras le contaba a la mujer su problema, ella le dio un consejo que aplicaría hasta hoy en día, "Las cosas se dieron de esa forma, por que sí. Pero en este caso, no sos el problema. Vos sos, fuiste y vas a ser hermosa, no solo físicamente, sino interiormente. Estoy orgullosa de que dijeras todo de frente y de que supiste poner tu palabra por sobre la de alguien que te lastima, eso demuestra que estás empezando a quererte."

Algo en su corazón le dolía, la foto de esa chica, a sus ojos ella se veía mil veces mejor que ella. Las lágrimas caían lentamente, el nudo en su garganta se hacía difícil de pasar, necesitaba expulsarlo. Y temblando marcó el número "Deja de compararte, vos sos preciosa y ella también. Ambas se ven genial y no tienen por qué compararse. Aprende que podés admirar la belleza de los otros sin cuestionar la tuya."

 

Levantó la cabeza, secó su cara y se observó un momento en el espejo. Hacía mucho tiempo que no se veía con esos ojos. Se sentía bien, se veía bien, su cabello no se notaba graso, ni sus huesos se marcaban, tampoco había tanto rastro amarillo en sus dientes, el frío desde hace un tiempo no le atravesaba los huesos. No le gustaba admitir aún que en algún momento estuvo enferma, pero de así serlo, la idea de que ya estaba casi curada le encantaba.

 

Tomó su cuaderno, se colocó sus auriculares y escribió. En su mente era como una carta para sí misma, pero no sabía muy bien qué era, ya que por momentos tornaba un aire más novelesco.

"Pasaste por mucho, ya estás mejor. Ya sabés que nadie puede considerarte menor, ni si quiero vos misma. Te tomó bastante llegar a esto, algunos lazos cortados, otros reforzados y unos pocos formados. Pero quiero que tengas en claro que el cuerpo que tenés, es el mismo que vas a cargar hasta que te mueras, y no, no es como te gustaría que fuese, pero es tuyo. Y para que sea el que soñás, necesitas aprender a apreciarlo. No te compares con otras personas, no tienen absolutamente nada que ver la fisionomía de la piba de Instagram con la tuya. Olvídate por un tiempo de esos estereotipos de belleza, vas a estar bien y, si el médico no te dice que tu salud corre riesgo, no te metas en formas raras de bajar de peso.

Y ahora hablando desde adentro, sos una piba preciosa, y vales totalmente la pena. Ya sabes cuáles son todas aquellas cosas que te destacan como persona y que te hacen única. Porque eso es lo importante, que sos única, al igual que todos los que conoces."

 



Vida Distorsionada. Cuento ganador MTLC 2019. Autora: Rosario Barrionuevo 4° TDCM 2019.
Selección de Ilustración y edición digital: Lorenzo Rivera.