CUENTO N° 6



Miércoles, 7 de mayo.

Hoy me había levantado con un dolor de cabeza tremendo, la verdad es que siempre me despertaba así, y aunque normalmente algunos días eran mejores que otros, estas últimas mañanas eran un fastidio. De nada ayudaba que ella estuviera fuera de sí, era más ruidosa de lo común, azotaba puertas a cada instante, y solo Dios sabe cuánto me dolían esos portazos, pero los prefería antes que los gritos en la mañana, eso sí.

No tenía idea de qué pasaba en la casa, tampoco me importaba mucho, pero si significaba que su alocado temperamento iba a calmarse, me encontraba ansioso por ayudar. Los dueños de la casa, Marcelo y Sara le pedían todo el tiempo una explicación a su hija por la forma en la que actuaba, la teoría de Benjamín era que su hermana estaba en sus ‘’días’’ y honestamente no sé qué significa, también se la pasaba diciendo que a su hermana la había visitado Andrés, pero nunca conocí a alguien llamado así, tampoco recordaba haberlo oído nombrar, solo recuerdo las expresiones enfurecidas de su hermana y su madre al oírlo decir esto, acompañando sus caras largas con un regaño. Sus amigas eran un poco más certeras en su diagnóstico, decían que le estaba yendo mal en la universidad, que su novio la engañaba, y tenía miedo de fracasar en la vida, como todo adulto joven; yo solo esperaba que todo se solucionara, así no tendría que volver a escucharla gritar.

 

Viernes, 9 de mayo.

Todo estaba bien, pacífico, parecía un desierto, la única persona que quedaba en casa era el insufrible de Benjamín, él era la persona que más detestaba de este hogar. Al parecer la Familia Estrada había decidido tomarse unas pequeñas vacaciones para calmar la ansiedad de su hija mayor. Al escuchar esta noticia, oí el cantar de los ángeles y la felicidad de mi sistema auditivo al saber que tendría un descanso de esa chicharra humana, pero como todo lo bueno viene con algo malo, mi emoción se disipó rápidamente al enterarme que solo viajaban tres de los cuatro integrantes del clan, y que en casa quedaba el peor de todos ellos.

 

Martes, 13 de mayo.

Este era mi día feliz, los Estrada ya habían vuelto de su viaje, gracias a Dios, Alá o Buda. Benjamín tuvo que tranquilizarse con la llegada de sus padres, y la chicharra había vuelto relajada. Lo mejor de este día era, que por lo supersticiosa que era esta familia, podía hacer de las mías, es más, yo ni siquiera era algo maldito, pero ellos nunca iban a saber eso, solo quedaba disfrutar de los sustos que provocaba al hacer que se muevan las paredes.

 

Martes 20 de mayo.

Una semana pasó desde mi día feliz y todo era un caos, Sara se había quebrado el dedo medio de la mano izquierda y en esta casa lo hicieron parecer como si le hubieran amputado el brazo, no podía quejarme, lo que más amaba de esta familia eran sus dramas, eran más entretenidos que cualquier inquilino anterior.

 

Jueves 29 de mayo.

Hoy se servían los famosos ñoquis a la Marcelo, y me moría por probarlos, aunque Sara ponía cara de asco y sus hijos se tapaban la nariz por el olor, en aspecto parecían impecables, sacados directamente de un programa de cocina francés. Parecía que su aroma no acompañaba su apariencia, una de las ventajas de vivir dentro de las paredes de una casa vieja era que jamás sentí olor alguno, ni siquiera las contundentes flatulencias de Benjamín.

 

Domingo 1 de Junio.

New month, new me, la frase no era un cien por ciento correcta pero, en mi caso sí lo era.  Estaba decidido por fin, a revelarme a los poseedores de mi posible libertad. Y es que el concepto de mi existencia no parecería tan lejano para los Estrada, ellos conocían una versión de mí por la grosera adaptación animada de Aladdín. Los genios no éramos azules, ni teníamos barba, ni siquiera teníamos una apariencia exacta, podíamos tomar cualquier aspecto o forma, hasta de un objeto, solo hasta que el dueño de dicho objeto nos liberara. Los tres deseos eran verdad, aunque no eran obligatorios, los entregábamos en forma de agradecimiento al que nos concedía la libertad.

 

Lunes 9 de junio.

Se acerca lentamente el invierno y estas paredes se vuelven frías, no puedo esperar a salir de aquí, quiero que sea verano y ser libre para ir a las playas de Brasil a perseguir cangrejos. Mis intentos de llamar la atención de los Estrada fueron fallidos en su totalidad, pero después de vivir tanto tiempo, la paciencia deja de ser una virtud y comienza a convertirse en un hábito.

 

Sábado 14 de junio.

Ayer fue viernes 13 y aún no entiendo la diferencia entre martes y viernes para los Estrada, creo que tiene que ver con el país y la zona horaria. Ellos se asustan de todas formas, y ni se le ocurra a alguien venir de visita y tirar sal en el piso, o barrer de noche, ¡hasta tapan los espejos los días de tormenta!. Estoy empezando a considerar que verán mi presencia como algo malo. Solo queda esperar.

 

Martes 17 de junio.

Llegó de la facultad y volvió a azotar la puerta, la calma dura poco bajo este techo, tal vez debería vengarme y asesinarla, o tirar su celular por la ventana, esto último le dolería mucho más. O tal vez debería concentrarme en mi propósito y convencer a su familia de que me dejen salir de la casa. Estos días estuve preparando un plan sobre cómo comunicarme con ellos. Espero dé frutos.

 

Viernes 20 de junio.

No dio frutos, para nada, fue un claro abortar misión y no mirar atrás. Lo único que conseguí fue que los Estrada estuvieran paranoicos de que había un ladrón metido en su casa, cosa que no tenía sentido porque no he conocido un ladrón tan amable que se dirija a sus víctimas de señor y señorita. Tal vez debía acercarme más despacio, al fin de cuentas, si los asustaba ellos se iban a negar a dejarme salir.

 

Lunes 7 de julio.

Fueron unas semanas muy duras, muy, muy duras, conseguí contactar con los Estrada y su reacción fue muy parecida a la que creí que iban a tener, perdieron los estribos y se asustaron. Benjamín se lo tomó a chiste, y su hermana ni se enteró, muy ocupada con sus exámenes y su novio. No tenía muchas esperanzas.

 

Domingo 13 de julio.

Era domingo por la tarde, y en pleno receso escolar la pequeña sabandija se encontraba en lo de algún amigo, y sus padres en misa. Pero ella contra todo pronóstico, sarcásticamente hablando, se encontraba estudiando en su habitación, con cara de preocupación. ¡Tal vez ella era mi respuesta! Decidido a contactarme pienso bien mis opciones, porque esto puede salir mal.

 

Domingo 13 de julio.

No lo van a creer. Domingo 13 de julio. Tengo que dejar de seguir escribiendo la misma fecha una y otra vez. Domingo 13 de julio. En serio, es la última vez, pero necesito recordar este hermoso día. Accedió a liberarme, por un momento pensé que sería así de fácil, pero ella reclamó sus tres deseos, que sospechosamente fueron, que su novio dejara de engañarla, ser hija única, y terminar su carrera con el mejor promedio sin esfuerzo. Tuvimos un pequeño desacuerdo en el segundo deseo, y no desacuerdo porque no estuviera dispuesto a cumplir, sino que no podía usar mi magia para borrar la existencia de un ser humano, pero luego de charlar unos minutos nos pusimos de acuerdo en algo, que a Benjamín le doliera la lengua antes de decir una estupidez, y volver sus flatulencias inodoras, la última siendo cortesía mía.

 

Septiembre…

No sé qué día es, y sentado en esta playa apenas puedo calcular la hora aproximadamente por la posición del sol sobre mi cabeza. Esta es una despedida querido diario, una triste pero misteriosa despedida ya que no sé qué me depara el futuro, tal vez si vuelvo a quedar atrapado sea en una valija, en una insulsa lámpara o en un peludo canino, quien sabe. La forma en la que llegué a esa casa escondiéndome de un pájaro dispuesto a picotearme y por accidente terminar pasando allí 34 años fue un acontecimiento totalmente inesperado. No voy a negar que me he encariñado con algunos, y con otros no tanto, pero que cliché me suena que la que me haya liberado haya sido Jazmín.



Las paredes tienen oídos. Cuento Ganador MTLC 2018. Autora: Florencia Barria.
Selección de Ilustración y edición digital: Lorenzo Rivera